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miércoles, 10 de marzo de 2010

Ya no te apures, mujer, nos vas a hacer un cráter en el living. Sé que estuviste esperando por tanto; vamos, esto es un vicio: deja de buscarle preguntas a las respuestas. Yo también los he escuchado decirte que ya nada es igual. Y ¿sabes? Lo peor de todo es que se equivocan: ahora todo vuelve a ser igual. Esto no es un buffet de apocalipsis, hay uno solo y se llama invierno químico.
Vamos, agárrate de mis hombros, estás muy débil. No te lo pregunté, ¿estás fumando de nuevo? Todavía tienes las cicatrices de la ceniza en tu brazo, a veces pienso que estás bordada en ceniza y humo, como las volutas que a veces empiezan a mirarme por debajo de las cornisas. Eso es, clávame bien las uñas: ahora o nunca, mujer; necesito sentir que estás viva y te guardamos para rato.
No, yo tampoco sé a dónde te llevo. No me importa que se te ponga la carne de gallina como cuando aquel sujeto te muerde el omóplato; este es un erizar que no suspira, este es un suspiro que no eriza.
Otra vez dormida. Otra vez perdida. Papá se preguntará qué va a hacer contigo. Yo me preguntaré qué harás conmigo. Otra vez dormida, otra vez pintando pesadillas de arcoiris. Deja de hacerlo tan difícil: todos te buscan y tú no te cansas de ser encontrada. Prototipo exacto que todos quisieran romper. Déjate de paradigmas por una vez y despierta, despierta que amanece.
Me urge que amanezca, mujer. Me urge tener otra sonrisa qué inventarte, otro autismo qué arañarte. Me urge que despiertes y te vistas, me urge que me cuentes que se le acabó lo lunático, que una medusa se le rebeló en los sesos, que el verde del óleo ya no es verde en tu cabeza, sino un ámbar casi degradado, que se invierte a merced y se derrama por romper con esa la blancura insignificante del pobre guiñapo.
Ven y cuéntame, quién y cómo, cuándo y por qué. El tornasol de los días que se convierte en una apesumbrada bola de nieve, las luciérnagas que nunca has visto en la vida, los sueños que no has tenido y que recuerdas como si huieras estado en ellos. Las fumadas que se te escaparon, las mordidas al betabel, los lentes que dejaste en el olvido junto con un pedazo de semilla que casi es un bosque.
Despierta, nos estamos yendo. No te aferres, carajo. Vámonos de una vez y para siempre, vámonos y que todos sepan que te has ido, que todo el mundo grite que eres libre. Vámonos, mujer: yo soy ese hombre que llenaste la boca de viajes, yo soy un mínimo de lo que creaste, yo soy la libertad que no has probado, yo soy tu solsticio en media noche. Yo voy a oxidarte las cadenas, masticarme tus grilletes. Yo voy a dibujar tus nuevos pasos.
Despierta. Despierta, mi luna, que es hora de dormir.

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